El plan para nuestra jubilación no es para viejos, porque no lo somos al jubilarnos, tardamos mucho más en serlo y viviremos muchos más años con mejores condiciones que en el pasado
Debemos asumir que el regalo de la longevidad dificulta que nuestro plan funcione si no lo reajustamos, contemplando, entre otras circunstancias, la previsible adaptación del sistema de previsión pública a una población más longeva y envejecida.
El sistema de previsión en España nació en 1919 con el primer seguro social obligatorio, que implantó el derecho al cobro de la pensión desde la edad de sesenta y cinco años, cuando la esperanza de vida era de unos cuarenta. Sorprende que, doblándose la esperanza de vida en estos cien años, la edad media de jubilación se mantenga inalterada y sigamos con la inercia de querer dejar de trabajar a la misma edad que nuestros bisabuelos, esperando disfrutar de esta etapa durante un periodo más prolongado.
En generaciones anteriores, llegar a los 65 años era llegar a la vejez y se mantenía un nivel de cobertura pública parecido a los ingresos recibidos en la etapa laboral, pero el sistema era sostenible porque se trabajaba más de 40 años para vivir, con suerte, 10 años retirado.
¿Cuándo debemos jubilarnos? En el siglo XVI, el filósofo Montaigne expuso en “Los Ensayos”, que “…el enviar a los hombres al descanso antes de los 55 ó 60 años no parece muy puesto en razón. Nuestra ocupación o profesión debe prolongarse cuanto se pueda mientras podamos ser útiles al Estado”.
Para hacer sostenible el sistema y nuestros propios planes, parece sensato que nos jubilemos cuando nos acerquemos a la vejez. ¿Y cuándo seremos viejos? En Japón, el país más longevo del mundo tras España, se plantean reclasificar la vejez en tres grupos, la prevejez (entre 65 y 74 años), la vejez (entre 75 y 90) y la supervejez para mayores de 90 años.
Scherbov y Sanderson proponen el concepto de “edad prospectiva”, midiendo la vejez no tanto en función de los años que ya hemos vivido, sino de los que nos quedan por cumplir, situando la vejez unos quince años antes de nuestra esperanza de vida.
Si ahora trabajamos los mismos años que nuestros abuelos y nuestra jubilación dura el doble de años, puede ponerse en peligro nuestro futuro económico si no nos ocupamos de ello.
Una jubilación más tardía, o jubilarse compatibilizándolo con una menor actividad laboral, añadido a un cambio en las presentes decisiones de ahorro e inversión, puede ayudarnos a vivir esos años como deseamos.
Artículo publicado en el Dominical de Economía del Diario Sur el 27 de enero de 2019