Aunque es conocido el refrán de “No poner todos los huevos en la misma cesta” y los consejos sobre diversificar los riesgos de las inversiones, parece que lo desconoce media España.

En la primera Encuesta en Competencias Financieras que elaboraron la CNMV y el Banco de España, solo un 49% de los españoles conocía el significado del concepto de diversificación de los riesgos, trece puntos menos que la media de la Unión Europea. Con estos datos, podríamos afirmar que una mayoría de españoles pueden no estar tomando decisiones bien fundamentadas, en términos de una gestión eficiente de su patrimonio.

Los tres factores clave a la hora de tomar decisiones de inversión son la rentabilidad esperada, el riesgo asumido (posibilidad de observar valoraciones menores al valor de adquisición) y la liquidez (facilidad de convertir los activos en dinero efectivo rápidamente sin pérdida significativa de su valor), todos ellos relacionados. Por ejemplo, a una inversión menos líquida le exigiré una rentabilidad más alta a cambio de un mayor riesgo asumido.

Las personas que pueden ir construyendo un patrimonio a lo largo de su ciclo vital suelen tener un sesgo a realizar sus inversiones en los activos más familiares.

En España concentramos el ahorro en inmuebles, con menor liquidez que otras clases de activos, teniendo que alinearse en horizontes de inversión muy largos, y los depósitos y cuentas de efectivo, con nula rentabilidad real, que deberían de asociarse a objetivos de corto plazo.

¿Cuál sería una estructura equilibrada? El Talmud babilónico, una recopilación de la opinión de los rabinos de Babilonia (actual Irak) escrita entre los siglos III y V, ya ofrecía consejos sobre cómo invertir nuestro patrimonio con una prudente diversificación a través de la regla de los tres tercios: “Una persona debería tratar de dividir su dinero en tres: un tercio en tierras, un tercio en negocios y un tercio en la mano”.

Podríamos asociar las tierras con el mercado inmobiliario, los negocios podríamos definirlos como la inversión directa en nuestra empresa y otras compañías no cotizadas, y el tercio en lo que podríamos denominar el “bolsillo financiero”, la inversión en activos financieros cotizados y la liquidez.

Los tres tercios no constituyen una regla fija, pero nos muestra una sencilla aplicación del principio general de diversificar los riesgos de las inversiones, donde no podemos olvidarnos de los activos financieros por su alta disponibilidad, como si fuera un cajero automático al que acudir para atender necesidades inmediatas, los procesos de sucesiones, y cualquier otro imprevisto.

Tomar decisiones con garantías de éxito no es fácil, pero se facilitan con criterios suficientes y adecuados.

Este artículo se publicó en el Diario Sur el domingo 21 de abril de 2019 en el suplemento Dinero y Empleo

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