Vivimos en una era de creciente concentración de la riqueza de ciudades, empresas y personas. En 1981, el economista Sherwin Rosen explicó en “La economía de las Superestrellas”, cómo determinadas personas pueden concentrar de forma rápida una buena parte de la riqueza generada en su sector, llegando a ganar hasta 200 veces más que otras personas que desempeñaran la misma función.

En este nuevo siglo XXI, mucho más global y conectado, se ha ido amplificando este fenómeno. Todos conocemos superestrellas en cualquier área. Por ejemplo, como actor destacó George Clooney, que ingresó 239 millones de dólares en 2017 y como deportista, el boxeador Mayweather, con 275 millones.

Con una mirada empresarial, Clooney y Mayweather ofrecen un producto único y, actualmente, los costes de producir y distribuirlo globalmente favorecen esta circunstancia, que también podemos observar en todos los modelos de negocio.

Según afirma McKinsey en un artículo reciente, solo 600 empresas se quedan el 80% de todo el beneficio económico generado en todo el mundo.

Son las estrellas ganadoras, especialmente apalancadas en la innovación constante de sus modelos de negocio y en comprar las estrellas emergentes competidoras para asumir el dominio mayoritario del sector.

Las economías de escala y el efecto de red (cuando la demanda de un negocio depende del número de clientes que ya tiene) crea tales barreras de entrada, que el ganador se queda la mayor parte de los ingresos. Parafraseando la canción de ABBA, “The winner takes it all”, el ganador se lo queda todo.

Estrellas empresariales ya se encuentran en todas las geografías, un 30% en los países emergentes, y aunque es más observado en el sector tecnológico, las hallamos de forma generalizada en todos los sectores, con ciertas características comunes: una elevada inversión en activos intangibles (se aboga más por el conocimiento frente a los activos reales) para alejarse de su competencia por la innovación, así como una vocación de empresa global con elevadas ventas en el exterior, que les permite dominar industrias enteras muy rápidamente.

No debemos caer en el error de pensar que las empresas más conocidas y cercanas seguirán iluminando el cielo empresarial en los próximos años. Con nuestro dinero sería razonable buscar las estrellas emergentes que puedan acertar en su estrategia de gigantes futuros o ser adquiridas por los ganadores, así como las superestrellas actuales que pudieran consolidar su posición de dominio.

Solo un riguroso análisis, una gestión activa y una prudente diversificación favorecerá acertar con esta estrategia, preferentemente con fondos de inversión en valores cotizados o fondos de capital privado para acceder a las empresas no cotizadas.

Este artículo se publicó en el dominical Dinero y Empleo del Diario Sur con fecha 2 de junio de 2019

No hay texto alternativo para esta imagen