En 1948, el sociólogo Robert Merton acuñó la expresión profecía autocumplida, describiéndolo como una definición falsa de la situación, que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de esa situación se vuelva verdadera. En otras palabras, una profecía autocumplida es una falsa creencia que, directa o indirectamente, lleva a su propio cumplimiento porque modifica las expectativas y las reacciones que generan.

En estos últimos meses, la profecía de que llegará en algún momento una recesión global está detrás de las peores expectativas y reacciones de los diferentes agentes económicos, en una dinámica que va elevando el discurso catastrofista hasta el límite de la resiliencia inversora, favoreciendo la creencia y la probabilidad de que se cumpla. Dado que las expectativas modulan nuestro comportamiento, debemos entender que nuestros procesos de análisis y diagnóstico de las situaciones se alimentan más por creencias asociadas a nuestras percepciones que por los acontecimientos ciertos.

Muchos análisis, incluyendo el último del FMI, perciben un deterioro del crecimiento económico por los efectos de la incertidumbre sobre las decisiones de los agentes económicos, especialmente vinculadas a las discusiones entre China y Estados Unidos.

Un menor crecimiento económico no es una recesión.

Se considera que existe recesión cuando la tasa de variación anual del dato de PIB es negativa durante dos trimestres consecutivos, pero el mundo sigue creciendo en tasas esperadas cercanas al 3% anual.

Predecir cuándo se producirá una recesión y su impacto es extremadamente difícil. Un reciente informe del banco JP Morgan ha analizado los indicadores que ofrecieron señales de la eventual llegada de una recesión en EEUU con cierto margen de tiempo, concluyendo que, aunque los datos han empeorado, por el momento los indicadores no sugieren que la recesión esté cercana.

El Fondo Monetario Internacional analizó, además, las 153 recesiones vividas en 63 países entre 1992 y 2014 y solo pudieron predecirse cinco de ellas entre el consenso de economistas con cierto preaviso.

La realidad es que la guerra comercial está minando la confianza del sector más dependiente del comercio mundial y, en consecuencia, los pedidos e inversiones se ralentizan, pero a nivel global se compensan con el buen desempeño del sector de servicios, las facilidades crediticias y las mejores tasas de empleo.

Deberíamos evitar profetizar el futuro por intuición o conjeturas a partir de ciertos indicios, porque a menudo no se cumple. Con relación a nuestro dinero, debemos estar preparados para un entorno más volátil e incierto y para enfrentarnos a este con una gestión más profesional y carteras diversificadas, asumiendo que las mejores oportunidades de inversión siguen estando en las bolsas globales.

Artículo publicado el domingo 13 de octubre de 2019 en el Diario Sur

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