Gobernar es conducir, ejercer la dirección y el control. El gobierno de nuestras finanzas, la gestión de nuestra economía personal, es una responsabilidad indelegable para la que todos debemos estar preparados, porque nuestras decisiones presentes van a mejorar nuestro futuro.

Platón, en La República, estaba convencido que todo gobernante debe saber en qué consiste el arte de gobernar y qué es lo que debe hacer, porque, si no lo sabe, o no tiene la habilidad para ejercer eficazmente esa función, puede hundir al Estado y a sus ciudadanos. De hecho, su Estado ideal sería, en gran medida, un ente dedicado a la educación.

Tras la crisis financiera de hace más de una década, la OCDE decidió incluir en su evaluación del rendimiento académico de los jóvenes estudiantes de 15 años el análisis de sus conocimientos financieros, ya que es esencial que los alumnos empiecen a desarrollar habilidades en el ámbito económico desde edades tempranas.

Los españoles estamos por debajo de la media de los países analizados, pero no es exclusivo de los jóvenes, ya que recientes encuestas destacan que el 40% de la población no entiende qué es la inflación y la mitad no sabe en qué consiste la diversificación del riesgo, entre otros conceptos.

En línea con estos objetivos, el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) promovieron un Plan de Educación Financiera para concienciar a la ciudadanía de que hay una estrecha relación entre sus finanzas personales y su bienestar actual y futuro, ya que mejorar la comprensión de conceptos y productos financieros, permite tomar decisiones más adecuadas a las circunstancias, necesidades y expectativas de cada uno, así como mejorar la gestión de los riesgos que se asumen.

El buen gobierno de nuestras finanzas personales valora objetivos, considera expectativas de rentabilidad y riesgo realistas, y considera la ayuda de especialistas para definir los planes de ahorro e inversión más adecuados para su consecución, siempre asociados a nuestro propio proyecto vital.

Por otro lado, desde los estudios de finanzas conductuales, se considera que la educación nos permite ser más eficaces cuando pensamos, porque contribuye a una actitud más crítica y realista al entender las consecuencias que decisiones más instintivas pueden acarrearnos.

La vida de 100 años no es una utopía, es una realidad muy cercana, y vivir y trabajar en la era de la longevidad, requiere una aproximación distinta en torno a las decisiones financieras presentes, porque implicarán la capacidad o no de alcanzar nuestros objetivos vitales en el futuro. 

La gran oportunidad de una vida más larga es que siempre estamos a tiempo de aprender y mejorar nuestras vidas.

Artículo publicado en el Diario Sur el pasado domingo 27 de octubre de 2019