Comprar buenas empresas a buen precio. Esta es la esencia de los inversores en valor (value investing), una filosofía de inversión creada en 1928 por Benjamin Graham en Columbia y popularizada después por su discípulo Warren Buffet, afamado inversor bursátil.

El estilo de Graham se orienta al análisis de los fundamentos de la empresa -sus estados financieros-, buscando compañías con finanzas sólidas, con pocas deudas, beneficios recurrentes y un historial de dividendos sostenibles. El análisis del precio de compra se centraba en empresas no muy populares, cuyo precio de mercado ofreciera un margen de seguridad frente al valor estimado a futuro al cotizar con reducidos ratios sobre su valor contable y beneficios.

Sus seguidores consideran que el precio siempre acabará por converger con su valor esperado. No obstante, la dificultad de predecir cuándo el mercado va a reflejar dicho valor, y el conseguir acciones infravaloradas en un mundo transformado en el que priman más los activos intangibles y se concentra el beneficio (solo 600 empresas se quedan el 80% de todo el beneficio económico generado en todo el mundo), está complicando sus resultados y virando el interés de los inversores hacia otros estilos más agnósticos a niveles no observados anteriormente.

En la Edad Media se construían profundas trincheras alrededor de los castillos, un foso que dificultaba el asedio de los enemigos y protegía los bienes. Buffet evolucionó el estilo de invertir en valor en 1999, sesgando la identificación de buenas compañías hacia aquellas con ventajas competitivas duraderas (por coste, calidad, personalización o experiencia ofrecida), denominándolo “fosos” que protegen el negocio de la competencia y los flujos futuros del inversor.

Buffet cree que las empresas sin foso, es decir, sin ventajas competitivas, erosionarán sus márgenes y el rendimiento del capital invertido y, aunque tardó en entender el potencial de las empresas más disruptivas, acabó invirtiendo en Apple, Google o Amazon, que son compañías alejadas del estilo value más purista por sus altos precios, pero con sólidas ventajas competitivas que han ofrecido sustanciales retornos a sus inversores.

Procure no confundir valor con precio. Los castillos sin foso suelen convertirse en castillos de naipes.

Artículo publicado en Diario Sur el domingo 1 de marzo de 2020

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