Actualmente inversores y analistas discuten sobre la subida de la inflación. Con el consumo y la inversión retenida muchos trimestres, el fuerte incremento de la actividad reciente ha generado tensiones en los precios de productos y materias primas que, de consolidarse mucho más allá del 2%, objetivo de largo plazo de los bancos centrales en Europa y EEUU, podría acelerar la retirada de los estímulos fiscales y monetarios que han facilitado el crecimiento económico estos últimos años.

Con una actual tasa de inflación general en EEUU del 5% y del 2% en Europa, si tiras de históricos manuales interpretas que tomarán medidas, pero desde hace muchos años los bancos centrales comunican sus pronósticos e intenciones a futuro, influyendo en las propias expectativas del mercado, facilitando un entorno de mayor predecibilidad y menor volatilidad.

Hoy muestran tranquilidad porque a largo plazo observan la inflación más estructural, la llamada subyacente, que no toma en cuenta los elementos más volátiles como los productos energéticos y alimentos sin elaborar. Una brusca oscilación de precios por motivos coyunturales, como el que hemos tenido recientemente por el aumento del consumo retenido y el ahorro acumulado, o de los precios energéticos por el aumento de la producción, pueden tener una marcada incidencia temporal en los datos de IPC general, pero no establece per se una senda continuista.

La tasa general, tal como cuestionaba el gestor Josep Prats recientemente, siempre es más dependiente de los salarios, de nuestra capacidad de gasto, y estos siguen presionado a la baja por la globalización y digitalización. Hoy los bancos centrales insisten en observar tensiones temporales y piensan mantener sin cambios su política monetaria y estímulos hasta que la recuperación se consolide firmemente.

La historia nos enseña que no debemos apostar contra ellos. Tendremos tipos bajos para financiar el coste de la pandemia, y una inflación moderada con suficiente crecimiento para facilitar su sostenibilidad. Debemos superar la inflación para evitar perder poder adquisitivo. Este objetivo es posible en un mundo que crece y genera numerosas oportunidades globales, construyendo carteras que se ajusten a nuestro perfil de riesgo y objetivos.

Artículo publicado en Diario Sur, Lunes 12 julio 2021