Hace unos 2.500 años, el general de la antigua China Sun Tzu reconocía que el arte de la guerra se basa en el engaño, aconsejando aparentar incapacidad si eres capaz de atacar, inactividad si las tropas se mueven, o hacer creer que estás lejos de tu enemigo si estás cerca. En definitiva, debe hacerse percibir al enemigo una realidad diferente para, finalmente, sorprenderlo.
A lo largo de la historia, la utilización del engaño ha sido una constante en todo conflicto militar. En Rusia esta doctrina militar se le conoce como ‘maskirovka’, un complejo entramado de ocultaciones, distracciones y engaños tácticos y estratégicos que contribuyeron a las principales victorias soviéticas en el pasado y que también se utilizó en tiempos de paz, como en la Crisis de los Misiles en Cuba, la Primavera de Praga y la anexión de Crimea.
La actual ‘maskirovka’ de Putin en Ucrania es un ejercicio de funambulismo estratégico, cuya esencia es la creación deliberada de un riesgo que debe ser lo suficientemente intolerable para el oponente como para inducirle a acatar nuestros deseos.
Como señalaba recientemente el economista Tim Harford, la fortaleza de Putin reside en que sus acciones no parecen tener sentido. No es necesario estar loco para asegurarse una ventaja competitiva, basta con convencer a los adversarios de que puedes estarlo.
Es difícil prever el desenlace final. Las acciones tomadas y el aumento de las amenazas de Putin probablemente buscan una negociación más ventajosa. También las medidas anunciadas por EE UU y Europa, así como el papel que pueda tomar China, su principal socio estratégico, pueden ser muy relevantes para reconducir la situación, a pesar de que el conflicto bélico pudiera alargarse en el tiempo.
Como inversores es especialmente complicado gestionar en estos momentos de máxima incertidumbre. Solemos dejarnos llevar por las emociones, pero sabemos que intentar acertar el mejor momento para entrar o salir del mercado tiene peores resultados que mantenerse invertidos en el largo plazo.
La clave es disponer de carteras globales, bien diversificadas y con una gestión más activa del riesgo, posibilitando aprovechar las oportunidades que suelen llegar en estos entornos.
Artículo publicado en Diario Sur, el 14 marzo 2022 por su mismo autor, Rafael Romero